Desde el pensamiento ancestral la lujuria, soberbia, mentira, odio, rabia, pereza, egoísmo y ambición son considerados como inquilinos o espíritus que nos traen enfermedad. Cada tipo de enfermedad física y emocional, tiene que ver con alguno de ellos y tiene una representación en el cuerpo, con unos síntomas, un comportamiento, una actitud y un pensamiento. El espíritu tiene el poder y lo recrea a través del cuerpo y el alma. El alma le da la forma al cuerpo, es un archivo de los inquilinos que tenemos.
Estos espíritus tienen comportamientos con memoria que hacen copia nuestra, nos van invadiendo, nos hacen vivir diferente, como no somos. Nosotros nacemos casi perfectos en todo, esos espíritus hacen que se recreen enfermedades en nosotros, nos ponen a pensar, caminar, comer, mirar distinto, empezamos a tener otras tendencias. Los inquilinos nos hacen asumir otros roles, para los cuales no estamos hechos desde la esencia. Para llegar al control de los inquilinos, recurrimos a la conciencia; allí revisamos y transformamos las acciones y las emociones.
En el pensamiento ancestral lo que se hace es una limpieza del espíritu, para que el cuerpo descanse. La limpieza espiritual genera una experiencia de paz en cada uno de nosotros.